LA APUESTA DEMOCRÁTICA POR UN ENCUENTRO PAÍS

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Tomamos la palabra al nuevo presidente de la República en relación con lo dicho en su discurso de posesión. Su llamado a un encuentro con los ciudadanos lo recibimos con agrado y también lo aplaudimos. Como sociedad civil, aceptamos el llamado a activar cada espacio y cada causa dirigida a trabajar por los intereses de la nación y mejorar la calidad de vida de los ecuatorianos.

El nuevo gobierno tiene un gran reto entre manos, pasar de las sentidas palabras de un discurso inicial lanzado hacia la reconciliación nacional a un ejercicio de la actividad pública que haga realidad: el encuentro entre ecuatorianos y conquistar una situación de bienestar y prosperidad ampliamente distribuida; dos tareas titánicas, considerando la tradicional cultura política que ha marcado nuestra historia como democracia y la profunda y compleja crisis por la que atraviesa el país.

Respecto del encuentro, vale la pena decir al nuevo gobierno que para evitar que la ciudadanía caiga en nuevas frustraciones, es importante pasar de la tendencia a considerar los acuerdos nacionales como componendas entre pocos a propiciar un diálogo nacional para construir futuro de puertas abiertas a múltiples sectores como bien se planteó en el discurso de posesión.

Hacer efectiva esta segunda opción resulta, sin embargo, algo muy difícil entre actores políticos acostumbrados a hacer de la gestión pública una moneda de intercambio para favorecer sus propios intereses.

Un dialogo nacional dirigido a propiciar un encuentro debe ser algo profundamente ético, profundamente comprometido con principios cívicos que levantan el bien común sobre modelos de democracia clientelar que solo benefician a los pocos que llegan a sentarse en una mesa de negociación.

Un dialogo nacional real, que establezca las condiciones para un pacto social en temas relevantes de la agenda de una nación, de aquellos que permiten traer el futuro al presente, no se puede hacer de espalda a la ciudadanía.

Esto en la práctica implica como tarea poner en marcha espacios de participación genuina bien delimitados, con mecanismos de concreción claros, con definiciones e instrumentos adecuados para procesar las diferencias, con capacidad de evaluación y ajuste cuando una decisión no termina de cuajar.

Por otra parte, si queremos hacer que la política vuelva a ilusionar al conjunto de ecuatorianos; y como se dijo en el discurso de posesión, en especial a las nuevas generaciones, el diálogo debe apuntar a recoger todas las voces, sobre todo aquellas, de los grupos más excluidos. Es una responsabilidad histórica trabajar para que en unos años la inequidad no sea más que un recuerdo obscuro del pasado de un país que no estuvo a la altura de los anhelos de su gente.

Si el nuevo gobierno se compromete como aspiramos en la tarea descrita, el compromiso de nuestra parte será poner el hombro en todos aquellos esfuerzos que impliquen alcanzar una situación país donde los ecuatorianos tengan las oportunidades necesarias para vivir con dignidad, con bienestar, con paz, con justicia social, con un futuro de puertas abiertas para sus proyectos y aspiraciones. Hay que aclarar además que, en esta predisposición a sumar esfuerzos, no buscamos beneficio particular. Organizaciones ciudadanas como Esquel, que cuentan con amplio reconocimiento y trayectoria de servicio a la nación, lo único que pretendemos es promover cambios acordes a las misiones institucionales que orientan nuestra acción.

Finalmente, queremos comentar que extendemos nuestras manos para recibir el llamado del presidente porque creemos que la unión de los ecuatorianos para enfrentar la crisis debe levantarse por encima de diferencias ideológicas, políticas y de otra índole, para asegurar el pleno respeto a los derechos contemplados en la Constitución y compromisos internacionales que ha asumido nuestro país.

Bienvenido el Diálogo y el Acuerdo para todo aquello que beneficie el bien común del Ecuador

 

Beto Salazar
Director Ejecutivo
Fundación Esquel

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