La Mesa de Convergencia es un proceso que de a poco va convocando y aglutinando a organizaciones, a líderes y movimientos que vienen de distintas trayectorias, que tienen historias muy particular e intereses definidos. Se juntaron con dos propósitos: el uno, cómo enfrentar una crisis económica, social y política, que estaba declarada desde el 2016. De a poco se fue viendo que —de acuerdo a los números— el Ecuador iba a entrar en un deterioro de su economía y por tanto iba a ser necesario medidas de ajuste. Y el otro propósito fue que, quizá juntándose, se podía generar una fuerza que se atreva a intervenir más en temas de interés públicos. Cuando Boris Cornejo, presidente ejecutivo de la Fundación Esquel, dice esto se refiere al contexto que se tenía en el gobierno de Correa por el cual las ONG y movimientos sociales eran perseguidas, sancionadas o amenazadas usando requisitos o regulaciones desde el Ejecutivo. Hubo una tercera razón para juntarse: se avecinaba un proceso de elecciones y había que elegir Presidencia y Asamblea, y desde esos sectores se juntaron para hacer propuestas a los candidatos en torno a los temas de interés de cada una de las organizaciones.

¿Qué tipo de organizaciones están en la Mesa de Convergencia?

Estamos desde ONG de desarrollo, como es Fundación Esquel, como también la Unión Nacional de Periodistas o la Federación Médica Nacional o los maestros. Uno de los grupos que integran también la Mesa de Convergencia es la Comisión Nacional Anticorrupción. Esa no es una organización formal pero es un movimiento organizado que cada día le da más valor agregado a este activismo ciudadano para meternos en temas complejos.  Este primer año de la Mesa ha sido de generar confianza, de identificar causas comunes, de trabajar en estrategias para relacionarnos entre nosotros, miembros de la Mesa, con  la sociedad y con la clase política. La Mesa ha tenido ya varias reuniones en Quito y Guayaquil sobre distintos temas, en las cuales nos hemos juntado con representantes de la clase política, para debatir en temas de interés nacional.

¿Cuál es la experiencia hasta ahora?

Es un ejercicio novedoso esta idea de trabajar en plataforma, porque caminando juntos eventualmente se camina más lento pero se llega más lejos, como se dice metafóricamente. Y porque estando juntos la gente se atreve más, y como que la gente pierde el miedo al poder. 

Esto vino de un proceso donde hubo mucho temor a hacer activismo cívico, a expresarse, por acción de los Decretos 16 y 739, los cuales prohibían que la sociedad civil intervenga en asuntos de interés público. ¿Fue muy complicado volver a juntarse?

Creo que se dieron dos cosas: una es que en buena medida el discurso, el relato y el liderazgo de las organizaciones de la sociedad civil fueron coptados por el gobierno de Correa. Evidentemente, eso significó un debilitamiento de liderazgo y recursos para tener una capacidad de presencia, al menos equivalente al Estado. Y segundo, los mensajes que el gobierno envió, al haber cerrado a organizaciones como Pachamama o la UNE, fueron muy serios. Mostró hasta dónde estaba dispuesto a llegar. Y lo que también influyó para el debilitamiento fue que, en alguna medida, la bonanza del "milagro" de los altos precios del petróleo hizo que el país mejore sus indicadores internacionales y eso, por lo general, hace que la ayuda internacional se vaya de un país. Juntar a esta levadura crítica, como llamo yo a las organizaciones, no fue muy complicado, porque la gente venía de frustraciones acumuladas, hambres atrasadas y la acumulación política que se había dado nos dieron fuerzas para juntarnos nuevamente. 

En esa coyuntura, la Mesa de Convergencia, asume también el tema de las denuncias de corrupción y la impunidad. ¿Por qué resuelven actuar en este tema?

El tema de la corrupción se hace más visible en el Ecuador por los montos de la contratación pública, por el tamaño de los escándalos, por la capacidad y valentía de los periodistas ecuatorianos y extranjeros para investigar. Esto hace que el tema reaparezca frente a nuestros rostros. Corrupción siempre ha habido, el escándalo es ahora por los montos involucrados, por el desparpajo y la desfachatez para hacerlo y por la capacidad que tiene la ciudadanía de informarse casi a la misma velocidad en que ocurren los hechos. Este es un tema que está en la piel de todos nosotros. La segunda cosa es que uno de los miembros más destacados de la Mesa es la Comisión Nacional Anticorrupción. Y esa Comisión es un ejemplo para todos los ciudadanos del Ecuador y del mundo. Cómo es que un grupo de venerables ancianos, que teóricamente debieran estar en otro momento de sus vidas, se dedican a enfrentar a este monstruo de la corrupción, un monstruo que tiene nombres y apellidos, un monstruo que ha lanzado sus arremetidas. Y hay un momento en el cual los juicios en contra de los miembros de la Comisión, pasan de los treinta millones de dólares contra gente que es jubilada, que seguramente vivirá de sus exiguas jubilaciones. Y la razón por la cual Esquel está en eso es porque nosotros siempre dijimos que una sociedad tiene que construirse sobre valores y hemos trabajado mucho en valores cívicos, educando a jóvenes, tratando de formar líderes que sean íntegros, que prediquen la honestidad. Siempre fuimos partidarios de que las instituciones de la democracia tenían que cumplir su papel, porque no es un tema de individuos, si el individuo es corrupto está la institución para detener a los grupos mafiosos. Esto hizo que en los últimos eventos de la Comisión Nacional Anticorrupción, la Mesa de Convergencia concurra como un todo para apoyar sus denuncias y reclamos frente a la Justicia.

El acto del 8 de agosto, en Guayaquil, es para conformar una Comisión Anticorrupción en esa ciudad, pero ¿cómo ha sido el proceso de apoyo a la Comisión Nacional?

En un acto de reconocimiento a los miembros de la Comisión Nacional Anticorrupción, se autoconvocaron unas mil personas, de lo más variopinto, pero de gente de Quito. A partir de eso se nos ocurrió en la Mesa de porqué no conversar sobre estos temas a escala nacional. Y de inmediato se pensó en Guayaquil para hablar sobre algo que afecta a todos los ecuatorianos. No hay persona del Ecuador, hombre, mujer, joven o viejo, pobre o de clase media, de cualquier condición, que no se vea afectada por la corrupción, no solo por la plata que se llevan sino por cómo se están minando los valores de la sociedad. Frente a eso se decide generar un espacio en Guayaquil para hablar de estos temas. Para hacer un impacto mediático para que la gente se entere de qué estamos hablando, de qué se tratan las denuncias como Caminosca, por ejemplo. Fuimos a Guayaquil y el terreno estaba ya abonado y se dio un gran entusiasmo de todo el mundo, de muchas organizaciones, e inmediatamente esta idea agarra tal vuelo que nos lleva a organizar un evento cívico grande, una especie de asamblea ciudadana —que es nacional pero que se lleva a cabo en Guayaquil— para conversar sobre los temas de corrupción y las acciones contra esta. Se va a conformar un capítulo Guayaquil de la Comisión Nacional. 

Es un problema nacional entonces...

Este no es un tema de Quito, Guayaquil o Loja. Es un tema nacional y en todas partes hay casos de corrupción. Ahora salen los grandes casos porque sale la información y porque en un caso se topó a Ecuador y si no pasa lo de Brasil no pasa nada y todos seguimos felices. Ese es el problema de la falta de transparencia, de la manera en que esos manejos oscuros no se llegan a saber si no hay capacidad de denuncia o investigación o que las instituciones nacionales cumplan con su deber. En Guayaquil se abre un capítulo de la Comisión Nacional y queremos hacer un intercambio de experiencias y hemos invitado para eso a una persona de Colombia, donde también son gravísimos los problemas de corrupción. Pero donde también las instituciones actúan de manera distinta de cómo actúan en Ecuador. Tenemos una misma historia y sin embargo ahí pasan algunas cosas que acá no pasan. Queremos también saber cómo es que los periodistas se fajan, se las arreglan para atreverse a meterse en el infierno y descubrir toda esa mugre. Y también queremos que la gente de Guayaquil se entere más de cómo trabaja la Comisión Nacional Anticorrupción. Y finalmente el evento cerrará con una lectura y la entrega a las autoridades del país de un documento que hemos denominado la Carta de Guayaquil, donde los ciudadanos estamos diciendo que esto  no puede seguir, que queremos que se sancione, que se investigue y que las instituciones cumplan con su papel. Este no es un tema de que los amigos lo liberen a uno de cosas, o de que los enemigos lo carguen de cosas, es un problema que tiene que ser resuelto conforme a la justicia y de manera democrática.

¿Pero las instituciones verdaderamente responden? Hay muchos casos en la historia del Ecuador que han quedado en la impunidad. La ciudadanía, las ONG se han activado en diversas coyunturas pero las iniciativas no permanecen. Entonces, qué se espera luego de la Carta de Guayaquil.

Creo que si es que hiciésemos las cosas solo pensando solo en los resultados, eventualmente no se las haría, porque no han cambiado las estructuras del poder ni las bases éticas de la sociedad. Creo que, al contrario, se han deteriorado. Pero esa es una razón más para que se active la ciudadanía y esté presente. Lo que los ecuatorianos debemos recordar siempre es que nosotros somos los mandantes. Que las instituciones, las autoridades supuestamente deben responder ante nosotros, servirnos a nosotros; yo creo que en estos últimos diez se cambió el paradigma. Veo ahora que la sociedad está con más ganas, tiene más rabia contenida, porque no puede ser que en las barbas de uno se estén robando la plata. Tengo la expectativa de que la Comisión Anticorrupción no pueda ser tocada por el poder, buscamos la manera de hacer un blindaje ciudadano a la Comisión; que ese blindaje ciudadano tenga a su vez distintas ramificaciones en el país; porque estoy seguro que en Loja, Latacunga o donde sea también habrán negociados. En lo otro que estamos trabajando es en cómo generar unas redes ciudadanas, de apoyo al combate a la corrupción y para evitar la impunidad. Y esas redes ciudadanas se arman para activar movimientos juveniles y dar seguimiento a las denuncias. Eso es importante porque hay otra generación que se compra el pleito y van a estar tuiteando y machacando todos los días sobre qué pasó con las denuncias, porque estos procesos los corruptos los ganan por agotamiento.  Y creo que es muy importante que los líderes de opinión del país apoyen a la ciudadanía, para que esto no quede entre el poderoso Estado, con los fiscales, y los ciudadanos que lo que hacemos es trabajar para vivir.

¿Por qué es importante para una sociedad luchar contra la corrupción?

Es doloroso que en la conversación con la gente común esté aceptado eso de que no importa que roben mientras hagan obras. Es un viejo dicho no solamente del Ecuador. Pero creo que los niveles de afectación van por dos vías, siendo la primera la más grave de todas: cuando la institucionalidad, que se supone ayuda a construir la democracia, deja de hacer su trabajo, o hace su trabajo con prebendas para alguien, con trato diferenciado para alguien, dependiendo del poder de turno o dependiendo de la forma cómo participan ellos en el acto de corrupción, esa sociedad no tiene futuro, se haga o no se haga obra. Porque significa entonces que no podemos confiar en nadie, que ya no tenemos a quien recurrir cuando la justicia está corrupta, cuando la Fiscalía no investiga, cuando el policía obedece órdenes que están por fuera de sus ámbitos, entonces ¿dónde está la institucionalidad de la democracia? ¿Esto de democracia tiene elecciones, tiene autoridades, tiene poder para decir vamos a vivir de esta manera en el país? Eso es terrible porque uno pierde confianza en las instituciones, si es que tienes una actitud ética. Pero lo otro es: si otro lo hizo por qué yo no lo puedo hacer. Total que las instituciones son manipulables, tienen un precio; entonces significa que es una democracia al servicio de las mafias y las mafias son grupos organizados de poder, unos más elegantes que otros pero al fin son grupos mafiosos. La segunda cosa es que al final del día esto le quita plata al pueblo. Hay gente que dice que cuando se trata de contratación pública, un promedio del diez por ciento de la obra se va en coimas. Si en los últimos diez años se contrataron en el Ecuador unos trescientos mil millones de dólares y el 10% se aplica al Ecuador, tenemos entonces treinta mil millones de dólares que dejaron de ir a alguna obra pública o la obra quedó mal hecha y por eso al final del día sí importa que roben, porque le están quitando al pueblo el dinero para atender los servicios que requiere.

El otro hecho es que también la empresa privada corrupta participa de estos actos, y termina afectando la libre competencia y son privilegiados económicamente.

Visto desde la macroeconomía el problema de la corrupción es complicado, porque encarece los costos de transacción. Si tengo que contratar contigo por cien pero en Ecuador hay que pagar una coima por diez más, entonces invertir en el Ecuador es más caro. Ese ya no es un tema moral, es un tema de contabilidad. Por otro lado, si bien se necesitan dos para bailar el tango, alguno de los dos bailarines siempre se mueve mejor y lo que hace es deteriorar la calidad de los servicios y bienes que se ofrecen por ese precio. Hay sobrecostos, el país se hace caro, porque hay que pagar para poder contratar, y de otro lado la calidad del bien es inferior, porque hay que recuperar la plata que se pagó la funcionario equis. Es el Estado el que tiene toda la responsabilidad para hacer cumplir la ley y de modo transparente.